Este sábado presentamos en Pamplona, mientras caían litros y litros de lluvia, nuestro documental 921 sobre Urriés en el Civivox Iturrama, gracias a La Casa de Aragón en Navarra.
Fue un día precioso, cargado de honestidad y de esas conversaciones que podrían cambiar el mundo, pero que, por desgracia, quedan en la intimidad.
Mil gracias por tanto cariño, tanta admiración y, por supuesto, por ese súper pañuelico navarro, símbolo de hermandad entre tierras de frontera.
Aunque constantemente recibimos afecto, reconocimientos, premios y galardones que nos hacen confiar en un futuro amable, la administración y los poderes terrenales se empeñan en poner zancadillas a todo el mundo rural. El hartazgo debería movilizarnos, como ya se hizo en Zaragoza hace poco por la sanidad. La situación es insostenible, bochornosa, inaceptable. Basta ya, por favor.
Seguimos sin transporte público desde hace más de un año, ni para escolares ni para mayores. Si no tienes vehículo o eres una persona dependiente, entiende que nuestros gobernantes nos están pidiendo a gritos que nos vayamos del pueblo, que aquí no se puede vivir.
Si tienes una enfermedad crónica —o aguda, da igual—, vete. Lo del médico es de otro mundo, aunque te digan que todo va bien.
Si tienes problemas con Endesa, con e-distribución, con Movistar o con cualquiera de las compañías monopolísticas, ya sabes: o te cargas de paciencia, compras velas y sales antena en mano a la calle… o te vas a la ciudad.
Estamos hartos. Esto es insoportable. Y también estamos hartos de que, esté quien esté, siempre la culpa sea del anterior.
Que sí, que ya lo sabemos, que el problema viene de lejos. Pero también tenemos clarísimo que nadie apuesta por solucionarlo ni por hacer cambios integrales que garanticen un futuro digno. Y no solo eso: ni siquiera nos responden. Da igual si lo solicitas formalmente o no. Solo parece que reaccionan si hablas en los medios. Eso escuece un poco más. Pero nada: se echan un poco de mercromina… y en dos días, olvidado.
Pues aunque les duela, nosotros no nos iremos. Seguiremos saliendo a la calle cada día sonriendo, con optimismo, mirándoles directamente a los ojos, porque no tenemos nada de lo que avergonzarnos. Porque el colchón social, el vecinal, es mucho más poderoso que el abandono al que estamos sometidos.
Resistir en el pueblo es revolucionario
Ojalá un día se den cuenta de esto. Tal vez entonces se rindan… y echen una mano para que podamos vivir allá donde decidamos.






